viernes, 24 de enero de 2014

El club de los afortunados

Soy de esas personas que les gusta levantar la costra para experimentar de nuevo el dolor inicial. Me hace sentir confortable saberme desdichada para que nadie venga a decírmelo con la intención de herirme. Por eso, me entusiasma estar enterada de mi situación. Tuve la mala suerte de crecer en un hogar pobre y de tener padres conformistas pero no me malentiendan, no lo menciono con el afán de herir, lo digo con motivo de queja y para sustentar lo que ahora voy a plantear.

Desde siempre he renegado de mi condición como humano, de mis limitaciones involuntarias, de mi falta de abolengo, de haber sido expulsada del reino de la comodidad y de la seguridad. ¿Qué se sentirá tener una vida "normal" y apacible? ¿por qué la falta de dinero me arrebato la tranquilidad?. Antes no podía percatarme de lo mal que estaba mi situación y lo que es peor, me tarde aún más en resignarme a que ningún poder mágico o espiritual iba a llegar a cambiar mi vida, así que lo que quisiera lograr lo tenía que hacer con mi propio cansancio.

Pero ¿cuántas de esas personas afortunadas hacen algo verdaderamente provechoso con sus vidas?. Vamos, es probable que sí haya personas con posibilidades que saben aprovecharlas y hagan más que tomarse fotos para mostrarnos lo maravillosa que es su vida (o su cara). Hay personas que se saben bienaventurados y son ahora seres humanos que dejarán su marca en este mundo. Pero ahora, quiero referirme a mi generación y sin generalizar me atreveré a decir que la mayoría son jóvenes a los que les falta algo importante, básico que repercute en todas y cada una de sus acciones; ética.

Saben que están cómodos, que son felices y que si es que lloran de vez en cuando seguramente es por algo de menor importancia y no, no estoy minimizando los problemas ajenos pero los "chavos" se han hecho adeptos a compartir cada una de sus emociones como método de interacción digital. El mundo sigue girando y de pronto les cae encima. No tienen pasiones, no saben discernir entre su propia libertad y la de las demás personas y sí, afecta, afecta a la sociedad, a la cultura, a las próximas generaciones, a todo.

He sido testigo de cómo en las peores situaciones hay personas que han sabido levantarse y salir de ese hoyo al que le llamamos "desdicha". El mundo es injusto y nos cuestionamos si es dios o la suerte la que lo hace de esa manera. No soy glamurosa, no viajo y claro, tampoco estoy despreocupada, estoy preocupada (ocupada), no pertenezco al club y tal vez tú tampoco. Mi consejo es que hagan cosas maravillosas con sus vidas, dejen atrás la presunción y la tontería. Dejen de hacer el daño que a ustedes no les gustaría recibir antes de que la madurez les coma la escenografía y quede expuesta así la realidad.



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