martes, 13 de septiembre de 2011

Un lienzo mas suave

Muchas veces pensó en cambiar, no sabia como ni sabia por qué pero lo que si sabia era que hasta su pez Gordolfo la juzgaba por su estricta estética, no podía dejar pasar ni un detalle por que ella misma se reclamaba en voz alta dándole así un aire esquizofrénico.

En los días de su pre-pubertad descubrió en un puesto de revistas lo que parecía una libro, era un disparo a la vista; cabello singular y retorcido como el cable de un teléfono, colores bailadisos en perfecta armonía, su mente recibió el llamado; ella ya no seria común y corriente, quería resaltar como lo hacían las albóndigas en un plato lleno de espaguetis, con un gesto algo travieso uso su creatividad para algo mas que pintar.

Como era de esperar su madre puso el grito en el cielo... ¿Como podía ser posible que a su hija se le metiera tan retorcida idea en la cabeza?,-hija, como puedes ver somos pobres, eso de vestirte a la moda, llamar la atención...mmm nomas no es para nosotras, te ves bonita así como estas, ándale cepíllese los dientes y váyase a dormir-.

Sin resignarse comenzó a ahorrar (lo que nunca había hecho) se fue a buscar lugares pulgosos, donde marcas que habían causado sensación yacían entre baratijas y hormigas, pensaba que había que verle lo bueno a las cosas; adquirió cosas de $2 y $3 pesos, completo lo que tenia en la cabeza, "tomo prestados" zapatos viejos de su mamá... se sentía bien, se sentía ella misma.

Para sorpresa de todos las criticas no tenían sentido para ella, mucho menos para avergonzarse, ella diseñaba, se atrevía, se arriesgaba y aunque no lucraba con esto ella era totalmente una artista.


jueves, 5 de mayo de 2011

Niñas


Las abejas hablan cuando logras entender las diferencias de los demás, esto lo descubrió Cuivalda el día en que corrió, el día en que sus pies alcanzaron la velocidad de sus pensamientos. Recordaba el sonido de las hojas secas muriendo entre sus pies, las flores que molestas golpeaban su rostro con elegancia, ese olor a humedad que se conectaba con el miedo en sus rodillas, podía acordarse de su mirada clavada en terror, su cuerpo se mecía como una silla vieja; su padre se estaba hundiendo en la tierra.

Su cumpleaños numero once estaba por llegar, su fiesta seria tradicional, velas, ponies, hadas, borrachos y tal vez regalos, era lo de cada año, era el mismo presupuesto, el mismo desgano y el mismo Pepto Bismol.

Para ese día tenia bien guardado un vestido que le había propinado la anciana Hak, la chica dulce de los 113 años, era una señora que vendía duendes en frasquitos y composta, por obvias razones tenia un sin fin de demandas de familias duende inconformes con los productos que ella ofrecía.

El pueblo parecía tranquilo ese mes, su cumpleaños no era un día especial, solo que por lo menos este año no estaría sola, tenia una manada de amigas con las que tenia un pequeño negocio de panques sin azúcar para guardar la linea, todas ellas asistirían a la fiesta, ah... vestían de colores pasteles, eso le encantaba a Cuivalda.


Todas ellas eran chismosas, compartían travesuras y el gusto por la lechuga pero Tanni,
Tanni, Tanni era la mejor de todas, parecía la vista de si misma en un charco maloliente, podía pasar un ciclo escolar entero viéndola girar, su vestido alzaba el vuelo como las aves que se congregaban en el árbol del vecino, tenia listones en su cabello, perlas en sus oídos, flores en sus ojos y un lugar muy hondo en la mente de Cuivalda, era su mejor amiga, la mejor.

Cuivalda no pretendía comprender por qué pensaba tanto en su amiga, por qué sus ojos se hacían mas claros al mirarla y por qué reía como estúpida con sus chistes verdes, lo único que sabia y que entendía perfectamente es que ella la quería mucho; un abrigo de amor no podía combinar mal con nada.

Tal vez ella si sabia lo que hacia, lo que quería, lo que amaba y lo que perseguía, no flotaba en miedo como muchos otros. Ella sentía amor por ella, así de simple.

Ese día al suspirar el triple de veces de sus años se sentó emocionada a comentárselo a su padre, era su primer amor, quizás el ultimo, quizás no, el señor Frirdam con una negra tibieza en el rostro trono los dientes, la empujo hacia el sofá cama y grito con el mismo honor con el que se canta el himno nacional: "Antes de que seas una puta que me trague la tierra".



lunes, 10 de enero de 2011

Un título cucaracha


Mientras colocaba a la cucaracha en la camilla me venían ideas retorcidas como las plantas sin guía, mi imaginación era fresca, mentosa y tangible; veía un arsenal de pequeños conejos siendo aplastados por personas de piel color gris y sin boca.

Preparaba el bisturí y demás artilugios, la cucaracha me observaba atónita, como si estuviera ante un insecticida. -Chiquita, le dije, esto si te va a doler pero puedes distraerte en algo, ¿quieres cantar?- -No, la música me desagrada, es muy común como ustedes los humanos, espero no te ofendas-. -No, como ofenderme, tienes razón, aunque existen excepciones ¿no te parece?-, la cucaracha negó con la cabeza, movía las antenas y brillaba con la luz de mi lampara rentada. -Te diré una cosa, los humanos son muy predecibles, por eso estoy aquí, a veces me repugnan-.

La cucaracha discursaba y yo limpiaba, esterilizaba y me preparaba para mi graduación. -Todos los seres humanos en cuanto me ven tienen la misma expresión, exclaman la misma injuria, la misma cantaleta, a todos les doy asco, a todos, es una estupidez, no son hombres de ciencia, discúlpame. Leen y no piensan, es como si todos fueran un corte y pega, siguen formulas, estereotipos, moldes para nunca nunca de los nuncas equivocarse, bah... es un cuento de nunca acabar, por eso quiero cambiar lo que soy, es triste que ellos puedan teclear y tomar un libro y yo este aquí en esta plancha contigo, pero de todos modos gracias-.

Mis años en la facultad de medicina adjuntaban un sin numero de fotografías, fiestas, salones, poses; los recordaba con añoranza a cada uno de mis verdaderos amigos, a ellos no les importaba en lo absoluto prestarme para la borrachera del viernes cuando me quedaba sin dinero, me enseñaron a fumar y me ayudaban a contestar mis examenes, en verdad eran buenos amigos. Esta cucaracha es muy extraña, parece estar llena de odio, es una envidiosa.

Colgué la toga y el birrete, tome el bisturí y lo encaje en el abdomen de la cucaracha, misma que comenzó a despedirse de mi, -Humana generosa, gracias por terminar con mi vida, aunque, te has confundido, jamás pedí que me asesinaras, solo quería que me trataras distinto a como me tratan los demás pero, créeme, seras una gran Doctora.