lunes, 21 de mayo de 2012

Cada cabeza es un mundo

Brillaba como si fuese la última vez que pisaba el cielo. Su trabajo era arduo pero no abrumador, no daba lugar a la monotonía ya que siempre se le cruzaba algo nuevo, volteaba su cabeza hacia arriba para robarle un momento de inspiración al caos que se formaba en el firmamento. Tenía dos hijos que estaban por convertirse en seres independientes, la ciudad seguro los arroparía muy bien aunque no podía olvidarse de los peligros que rondaban a los de su clase.


Abigail, como le decía un viejillo en la plaza gustaba de quebrar caramelos en las avenidas, comía migajas sabrosas, sobre todo por que se las daban con amor. Fluía libre entre las casas y se sonrojaba al ver su reflejo en las vidrieras, la excepción de sus placeres era tener que bañarse con agua fría  y la gente con malas intenciones que empañaban sus buenos deseos.


Esa tarde que amenazaba con envolver a las criaturas en lluvia, Abi partía hacia su casa donde la esperaban sus maduros hijos, no tenía un compañero desde hace tiempo, pero no importaba ya que su hogar estaba en lo alto de la ciudad, tenía la vista más hermosa que existía y aire fresco, en fin, comodidad. Al cruzar la avenida grande se distrajo por que vio al viejo que la había bautizado, bastaron esos segundos fuera de concentración para que un enorme camión se encontrara cara a cara con ella, y es cierto; todos sus recuerdos comenzaron a retumbar en sus ojos como si fueran pantallas de un cinema, el impacto se hizo presente en su rostro y en todo su cuerpo, el alma se le iba en estertores y se balanceaba en el piso... su ultimo pensamiento erizo su piel "Que corta es la vida de nosotras las palomas". 

viernes, 24 de febrero de 2012

Cenicienta no pudo ir a China


¿Qué tan desesperante puede ser el hecho de saber tu destino y peor aún si alguien más lo eligió por ti?. Cenicienta no tenía idea de las cursis y desoladas poses que tendría por el resto de su vida al casarse con el Príncipe cuyo nombre nadie recuerda, sabía que tenía que ser forzosamente ama de casa por que no hacia nada más que eso, limpiar, ordenar, cocinar y hablar con ratones por si fuera poco, ah claro... también sabia cocer y los ratones igual, ¿Quién le enseño a quién?, ¿Qué tan mediocre puedes ser si tus "maestros" son unos roedores que creen que un gato es Satanás?. Bueno.

Las princesas como ella se manejaban en un ambiente medio denso por no decir superficial, pobre de aquella que fuera fea por que su destino era ser mala y sí parecía buena se le trataba aun así como malvada, claro, estas si podían aventurarse a otras cosas bajo la debida supervisión de sus madres; Cenicienta no tenía madre... ni pensamientos liberales, a ella la conquisto un hombre guapo, rico y párenle de contar.

Así que el caso de Cenicienta no es peculiar, ni de risa, ni felicidad; al fin y al cabo no hizo nada por su propia voluntad, fue al baile por que los amigos la impulsaron, se enamoro por que el escritor así lo quiso, se caso por que era de esperarse, que fatal pienso yo.

Cenicienta no pudo ir a China, ni hacer una carrera en el ramo de la mercadotecnia, no entro a ningún club deportivo y peor aún, no tenía la mínima idea de quien era, sí, era un ente desconocido, muy bonito y con pie pequeño, tal vez nunca contribuyo a la ciencia ni al arte pero quizás si viajo, aunque fuese en un orgasmo congelante al lado del príncipe azul llegando hasta el espacio y dejando una zapatilla de cristal en la luna, su vida galante y romántica la esperaba todos los días por que tenía la certeza de que era inmortal, que era feliz como estaba y entonces el resto del mundo y yo estábamos equivocados.

viernes, 27 de enero de 2012

Old Spice

Las calles por las que nunca transitaba se veían grises y con poco candor, después pudo observar monstruos con piel de gelatina que se caía a cada paso que daban, eran verdes y con olor a pasto, tullidos por el sol y por el frió. Sus zapatos marcaban desalineación, era una chica despreocupada después de todo, tenia catorce años, dos fracturas y tres abrazos de amor.

A todos incluyendo al señor Horacio que pecaba de entrometido les preocupaba de sobremanera que no tuviera amigos, animales ni vestidos bonitos; su madre que en aquel entonces solo se conformaba con llevar a cabo dudosas recetas de la televisión se había impresionado por el poco apego e importancia que tenia su hija para con las cosas. Para ponerle santo-remedio al comportamiento terrorista de la niña tuvo que llevarla a una terapia barata, tenía la esperanza de que la iba a curar como si se tratase de una infección vaginal.

El consultorio era fresco, tenía hermosas flores artificiales y polvosas, la psicóloga hablo, la niña escucho y como si fuese un libro de bolsillo se dejo leer fácilmente, dijo lo que tenía que decir.

No había diferencia entre los rostros de las personas, se sentían igual como cuando quiso participar en la obra teatral de la escuela, le dieron el papel de arbusto y aun así no se indigno, ni siquiera sintió enfado, era un papel importante, por algo estaba hecho. No había niveles ni conformismos, no había ambición, se daba el trago de la vida como se lo iban sirviendo por que todo lo que recibía era por su causa.

La madre se despertó temprano, hizo sus deberes y llevo de nuevo a su hija a la terapia. Llegando al consultorio se sentó y le dijo a la psicóloga, -Dígame, ¿Usted cree que mi hija tiene un problema?, - suspiro, -No, para nada, pero dígame usted, ¿Es verdad que le pone desodorante a la comida?.