viernes, 24 de febrero de 2012

Cenicienta no pudo ir a China


¿Qué tan desesperante puede ser el hecho de saber tu destino y peor aún si alguien más lo eligió por ti?. Cenicienta no tenía idea de las cursis y desoladas poses que tendría por el resto de su vida al casarse con el Príncipe cuyo nombre nadie recuerda, sabía que tenía que ser forzosamente ama de casa por que no hacia nada más que eso, limpiar, ordenar, cocinar y hablar con ratones por si fuera poco, ah claro... también sabia cocer y los ratones igual, ¿Quién le enseño a quién?, ¿Qué tan mediocre puedes ser si tus "maestros" son unos roedores que creen que un gato es Satanás?. Bueno.

Las princesas como ella se manejaban en un ambiente medio denso por no decir superficial, pobre de aquella que fuera fea por que su destino era ser mala y sí parecía buena se le trataba aun así como malvada, claro, estas si podían aventurarse a otras cosas bajo la debida supervisión de sus madres; Cenicienta no tenía madre... ni pensamientos liberales, a ella la conquisto un hombre guapo, rico y párenle de contar.

Así que el caso de Cenicienta no es peculiar, ni de risa, ni felicidad; al fin y al cabo no hizo nada por su propia voluntad, fue al baile por que los amigos la impulsaron, se enamoro por que el escritor así lo quiso, se caso por que era de esperarse, que fatal pienso yo.

Cenicienta no pudo ir a China, ni hacer una carrera en el ramo de la mercadotecnia, no entro a ningún club deportivo y peor aún, no tenía la mínima idea de quien era, sí, era un ente desconocido, muy bonito y con pie pequeño, tal vez nunca contribuyo a la ciencia ni al arte pero quizás si viajo, aunque fuese en un orgasmo congelante al lado del príncipe azul llegando hasta el espacio y dejando una zapatilla de cristal en la luna, su vida galante y romántica la esperaba todos los días por que tenía la certeza de que era inmortal, que era feliz como estaba y entonces el resto del mundo y yo estábamos equivocados.