lunes, 21 de mayo de 2012

Cada cabeza es un mundo

Brillaba como si fuese la última vez que pisaba el cielo. Su trabajo era arduo pero no abrumador, no daba lugar a la monotonía ya que siempre se le cruzaba algo nuevo, volteaba su cabeza hacia arriba para robarle un momento de inspiración al caos que se formaba en el firmamento. Tenía dos hijos que estaban por convertirse en seres independientes, la ciudad seguro los arroparía muy bien aunque no podía olvidarse de los peligros que rondaban a los de su clase.


Abigail, como le decía un viejillo en la plaza gustaba de quebrar caramelos en las avenidas, comía migajas sabrosas, sobre todo por que se las daban con amor. Fluía libre entre las casas y se sonrojaba al ver su reflejo en las vidrieras, la excepción de sus placeres era tener que bañarse con agua fría  y la gente con malas intenciones que empañaban sus buenos deseos.


Esa tarde que amenazaba con envolver a las criaturas en lluvia, Abi partía hacia su casa donde la esperaban sus maduros hijos, no tenía un compañero desde hace tiempo, pero no importaba ya que su hogar estaba en lo alto de la ciudad, tenía la vista más hermosa que existía y aire fresco, en fin, comodidad. Al cruzar la avenida grande se distrajo por que vio al viejo que la había bautizado, bastaron esos segundos fuera de concentración para que un enorme camión se encontrara cara a cara con ella, y es cierto; todos sus recuerdos comenzaron a retumbar en sus ojos como si fueran pantallas de un cinema, el impacto se hizo presente en su rostro y en todo su cuerpo, el alma se le iba en estertores y se balanceaba en el piso... su ultimo pensamiento erizo su piel "Que corta es la vida de nosotras las palomas".